Durante las tres horas y media que demoró el viaje de 177 kilómetros, el conductor ignoraba que la caja de metal no iba del todo vacía. También eran inocentes el dueño de la planta empacadora y los encargados de acomodar la carga de piña que iría hasta el puerto mediterráneo de Tarragona, España.
El contenedor regresó cargado de fruta a Limón. Fue apilado en un barco y salió de ese puerto un día después: el 20 de julio del 2011.
Hasta ese momento se desconocía que, seis días antes, la gran caja había sido alterada para ocultar en su piso 37 kilos de cocaína.
El envío lo facilitó un infiltrado en una naviera. El hombre de apellido Elizondo ordenó trasladar el contenedor del predio Álamo hasta una bodega en Liverpool de Limón. Allí, dos soldadores lo modificaron para crear el escondite casi imperceptible.
Estas tres personas formaban parte de una banda de once miembros dedicada a enviar droga al Viejo Continente, camuflada entre exportaciones legítimas.
El grupo era dirigido por Samuel, un colombiano de 58 años. Su mano derecha era un costarricense conocido como Juanito (43 años), encargado de comprar y despachar la coca. Además, era indispensable Acevedo, un mexicano de 29 años, oriundo del estado de Sonora. Desde una ferretería, el joven reclutó al personal necesario para orquestar los golpes.
El cargamento logró llegar a Tarragona el 11 de agosto del 2011, pero salió bajo custodia de las autoridades españolas que lo encontraron en una inspección. En la cárcel también terminaron Juanito y otro costarricense, quienes viajaron a ese país para entregar la mercancía a Niño Dios, un traficante colombiano.
Lo ocurrido con este envío de piñas consta en la sentencia Nº 363-2013 del Tribunal del Primer Circuito Judicial de la Zona Atlántica, que condenó a los imputados hasta por 10 años de cárcel.
El caso también evidencia cómo el crimen organizado usa la logística exportadora para mover droga hacia cotizados mercados, lo cual ocasiona pérdidas al sector productivo, alza en sus costos y daña la imagen del país.
Este decomiso de piña es uno de los 19 registrados en Europa entre 2010 y el año pasado. En ese continente le fueron arrebatados al narco 15.790 kilos de cocaína proveniente de Costa Rica, oculta entre frutas y vegetales de exportación, principalmente.
La cifra equivale al 40% del total incautado, en el extranjero, a los traficantes locales en ese periodo: 39.571 kilos, descubiertos también en aeropuertos, carreteras o en medio del mar.
Róterdam, en Holanda, fue el puerto de entrada del 74% de la coca de “exportación”. En esa nación se han hecho los tres más grandes decomisos de droga salida desde puertos costarricenses. Dos ocurrieron entre enero y marzo del año pasado, (8.500 kilos en total) y uno más de 3.000 kilos en 2014.
Otra cuarta parte de la sustancia cayó en España, primordialmente en Algeciras, al sur de Andalucía.
Para los traficantes el negocio es lucrativo. Si los 15.790 kilos confiscados en Europa se hubiesen vendido en Madrid, habrían ganado $1.184 millones. Cada kilo cuesta $75.000, según el Ministerio de Seguridad.
Además de los cargamentos perdidos en el extranjero, en esos mismos siete años la Policía de Control de Drogas les quitó a estas bandas 122.100 kilos en territorio (suelo y aguas) nacional.
Golpe a sector clave
Por ahora, el más afectado con esta estrategia delictiva es el sector agrícola, cuyas ventas representaron el 5% de la producción nacional en el 2016.
De los $2.688 millones generados el año pasado, casi la mitad se vendió en Europa, a donde se enviaron 2,6 millones de toneladas de productos cosechados en suelo nacional. Ocultas entre frutas y verduras la policía detectó 9 toneladas de cocaína.
Las cifras sobre decomisos en el extranjero provienen de una investigación hecha por La Nación , apoyada en una base de datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés). Los países le reportan a este ente el origen, cantidad y destino de los decomisos en su territorio, así como el medio de transporte y escondite.
La base se completó con reportes de prensa sobre decomisos, cifras del Ministerio de Seguridad y sentencias judiciales.
“Los datos sobre incautaciones individuales de droga de la UNODC son una buena herramienta de análisis, pero deben usarse con precaución porque, no necesariamente ofrecen el panorama completo de las cantidades de drogas incautadas o traficadas globalmente”, dijo a La Nación Andrea Oterová, de la Unidad de Desarrollo y Difusión de Datos de esa dependencia.
En total, los reportes de decomisos de coca oculta entre exportaciones costarricenses a Europa y América suman 18.000 kilos en los últimos siete años. Toda esa droga viajó en 28 contenedores, tanto de exportadoras legítimas como de empresas mampara que los narcos inscriben y operan para facilitar su delito.
El último golpe frustrado a los traficantes que operan desde aquí lo divulgó la prensa en Francia, en agosto de 2016, y afectó a la gigante de los refrescos Coca Cola. En un embarque de jugo de naranja, que salió de la planta de la transnacional en San José, iban ocultos 370 kilos de coca. Al llegar a la fábrica de Signes, en la costa mediterránea, los alijos sorprendieron a los obreros que, por accidente, los hallaron.
Impacto negativo
Las empresas "limpias", navieras y transportistas se han visto obligadas a extremar sus controles para evitar que sus estructuras de comercio caigan en la "trampa" de los narcotraficantes. Esto también está incrementando sus costos.
"Entre más contenedores contaminados se decomisen, empiezan a revisarnos más en los puertos y eso tiene costos. Además, las horas y los días cuentan porque la mayor parte de la carga que mandamos es perecedera”.
Laura Bonilla, presidenta de la Cámara de Exportadores de Costa Rica (Cadexco)
Para una naviera, retener una embarcación en un puerto implica pagar un segundo atraque, un nuevo servicio de remolque, bajar y subir los contenedores para la inspección, mantener carga refrigerada durante más horas, e, incluso, enfrentar demandas si los productos no llegan a tiempo a los clientes.
“Esto acarrea a una pérdida millonaria para todos los involucrados”, declaró Edgardo González, presidente de la Cámara de Nacional de Armadores y Agentes de Vapores (NAVE).
El sector agrícola es uno de los más vulnerables ante el narco porque su actividad se concentra en zonas rurales y alejadas de los puertos. Para un exportador, que traslada 100 contenedores semanales, el trayecto desde su finca a la terminal conlleva el riesgo de que alguno sea utilizado por los traficantes.
Solo entre 2012 y mayo pasado, la Policía de Control de Drogas detuvo 36 contenedores que pretendían salir del puerto de Moín con 5.919 kilos de coca. Además, detectó otros 22 casos donde el narco envió 4.030 kilos en las cajas de metal o en los propios barcos, la mitad de ellos venían del puerto de Turbo en Antioquia, Colombia.
Para contrarrestar los riesgos de ser usadas para trasegar estupefacientes, algunas empresas se han aprovisionado de cámaras, personal de seguridad y equipos tecnológicos. Sin embargo, estas medidas son insuficientes y no están al alcance de las compañías medianas y pequeñas (pymes).
Una de las herramientas que podría contribuir con la seguridad son los escáneres en puertos y fronteras, pero su colocación ha sido postergada durante más de una década por una falta de acuerdo político.
"Este asunto se lo planteamos al presidente Óscar Arias, luego a la presidenta Laura Chinchilla y ahora a don Luis Guillermo Solís, pero no se ha resuelto”.
Laura Bonilla, presidenta de la Cámara de Exportadores de Costa Rica (Cadexco)
Con esos escáneres sería más posible “luchar contra el sunami de cocaína” que llega al país, acepta Gustavo Mata, ministro de Seguridad, quien reparte culpas y promete una pronta solución.
Pedro Beirute, director de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), asegura que, a la fecha, Costa Rica se mantiene como un país fiable, donde se puede comprar con un alto nivel de seguridad y tranquilidad en comparación con otras naciones en América Latina, algo que se quiere proteger y mantener.
“Nuestra imagen internacional en materia de comercio exterior ha mejorado. Obviamente, estamos muy preocupados de que se revierta. Cada incidente, cada publicación o decomiso de droga nos afecta. Por cinco pasos que avancemos, una incautación significa tres pasos atrás”, acepta Beirute.
Mientras lo dice, un contenedor se aproximará al puerto de Moín para ser embarcado. Antes de que termine el día, 2.055 de estas cajas de metal se habrán movilizado por la terminal. Alguna -quizás - volverá a ser descubierta con coca cuando llegue aquí o a algún otro puerto del mundo.